Lo de que J. J. Abrams es el nuevo Spielberg está muy trillado, pero a mí me sigue dando mucho que pensar. Y no porque vaya a devanarme los sesos en extraer similitudes entre el trabajo de uno y otro, sino porque entiendo que el hecho de que el creador de una serie pueda ser comparado con un director de cine consagrado hace décadas es uno de los síntomas ineludibles para tomar el pulso a la ficción televisiva actual. Sólo los minímamente puestos en el tema saben sobre la influencia de nombres como Steven Bochco o Aaron Spelling en la tele que vemos hoy día, pero ahora cualquiera puede hablar de los nuevos proyectos del pensador de Lost o de los cabreos de Frank Darabont en la producción de la segunda temporada de The Walking Dead.
Y esto sólo es la punta del iceberg… La venta de series como Treme o True Blood habría sido mucho más complicada si no tuvieran como magos de Oz a David Simon, curtido en The Wire, y Alan Ball, creador de A dos metros bajo tierra… Y no me refiero a las networks, que en su mayoría están interesadas en la pasta que pueda dar el producto, sino también a los espectadores, que cada vez confían más en el sello de calidad detrás de estos nombres. Proyectos actuales como el documental Showrunners o las mesas redondas de productores ejecutivos mirando hacia los Emmy organizadas por The Hollywood Reporter se encargan de poner cara a las personas que mantienen la línea creativa de las series que constituyen nuestro vicio.
Y nosotros nos declaramos totalmente en deuda con ellos… Esta tendencia de los medios nos ha permitido ajustar cuentas con los desconocidos responsables de las ficciones que amamos; hoy sabemos que Shawn Ryan es el productor de ficción de género policiaco más solicitado en la actualidad gracias a The Shield, y Matthew Weiner se nos ha metido en el bolsillo tras saber que se ha dejado las uñas para sacar adelante la quinta temporada de Mad Men… Pero a veces la publicidad puede ser engañosa. Por algo se dice eso de que no es oro todo lo que reluce, pues en la tele, al igual que en el cine, el producto final depende del trabajo de un numeroso equipo creativo.
Y es que no siempre es el mismo el que guisa y el que se lo come... Puede que nos cautive el saber que un productor como J. J. Abrams pueda estar detrás de dos series geniales como Lost y Fringe, pero al César lo que es del César… Es innegable que ambas tienen puntos argumentales en común, pero un desarrollo totalmente dispar; de los guionistas Lindelof y Cuse dependen las críticas hacia la primera, y de Brad Kane y Monica Breen la alabada season finale de la segunda. De la misma manera podemos hablar de Robert y Michelle King, escritores catódicos responsables del éxito de The Good Wife, producida por los hermanos Scott… ¿Para cuándo los quince minutos del guionista?
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