SPOILERS de la cuarta temporada de Damages
Damages se ha dejado el alma por el camino. Y es que, aunque podemos decir que sigue destacando por ser uno de los dramas legales más jugosos en su particular y contemporánea visión de la justicia (además de contar con el mejor tour de force interpretativo de la televisión), está claro que las temporadas no pasan en balde para Patty Hewes. Tras hacer historia catódica por ser especialmente cruda en mostrar la cara oscura de la ley, y poner patas arriba la vida de su pupila Ellen Parsons durante varias temporadas (y de paso a todos los rancios bufetes procedimentales de la parrilla), Patty Hewes ha pasado a hacerse sombra a sí misma en los últimos diez capítulos. Y no porque la evolución natural de la prota haya sido “reducir” sus niveles de malignidad, pues Damages es todavía impecable en su vertiente de personajes… Basta un vistazo a la cuarta temporada para darse cuenta de que la serie ha acabado pagando el pato del cambio de programación.
Muy felices nos las prometimos cuando DirecTV rescató a Hewes & Associattes por dos temporadas más después de que FX les dejara tirados al borde de la quiebra, pero ya se sabe que lo barato sale caro. Aunque la Damages resucitada ha mantenido a los hermanos Kessler a la cabeza del proyecto y unas condiciones de producción más que decentes (casting y localizaciones, precisamente lo menos rentable del invento), es el cambio de guionistas el principal lastre del regreso de la serie. Y eso que el macguffin criminal de esta nueva entrega no tiene nada que envidiar al caso Frobisher: tras contactar con un antiguo compañero, empleado en la empresa de servicios militares High Star, Ellen convence a Patty para arremeter contra el director de la compañía, Howard Erickson (John Goodman), y su contacto en la CIA, Jay Boorman (Dylan Baker), sospechosos de realizar misiones antiterroristas ilegales.
Y es curioso que con una materia prima como ésta Damages sea incapaz de levantar cabeza; cualquier incondicional de la ficción es enseguida consciente de que el potencial dramático que la hizo grande se ha perdido por el camino. El tratamiento temporal, una de las perlas formales de la serie, ha aprobado por los pelos en esta ocasión: las primeras entregas empleaban el salto temporal como píldoras sugerentes de información; la cuarta se limita a repetir cliffhangers sin sentido, perdiendo sutilidad en la dilatación de la intriga criminal. Y otro tanto para la articulación temporal; la trama principal de Nueva York aleja al espectador de la situada en Afganistán, y hace que el protagonista de ésta, Chris Sánchez (Chris Messina) sea casi prescindible. Ni siquiera la cámara de Glenn y Todd. A. Kessler puede enmendar los estereotipos facilones en que cae el guión: los anillos de compromiso que significan la muerte de David, el rollo Redacted de De Palma para misiones militares, etc.
No hay comentarios:
Publicar un comentario