Ver a Adam Levine y Jenna Dewan-Tatum de luna de miel por
los enclaves malditos de Estados Unidos en el primer capítulo de Asylum me trae
a la cabeza otros paradigmas de lo contemporáneo como Scream y Moulin Rouge. Más
allá de esta comparación en aparente modo random, lo cierto es que American Horror Story tiene tantas pretensiones como ambas películas, o incluso más, en
su conciencia de las coordenadas del género. Y se agradece mucho. Así como en los
primeros minutos del piloto Violet Harmon bromeaba sobre la familia Adams antes
de poner un pie en la casa que se los iba a llevar por delante, Ryan Murphy y
Brad Falchuk siguen haciendo coñas autorreferenciales sobre las fórmulas
norteamericanas del terror; también lo hacían los protas de la saga de Wes
Craven al adelantar el momento en que Ghostface iba a degollarles o McGregor y
Kidman mientras cantaban canciones de amor cuando el espectador sabía de
antemano que su romance iba a durar más bien poco.
A American Horror Story, que afronta ahora la recta inicial
de la segunda temporada, sigue importándole mucho más la forma del género (el
cómo) que su contenido (el qué), y es para quitarse el sombrero que los
productores sean capaces de tomarse en serio un proyecto tan arriesgado y hacer
que triunfe de tal manera. Murphy y Falchuk han demostrado que pasan del
relato terrorífico seriado – de hecho, cambian de tercio de una temporada a
otra y se cargan el efecto diegético usando a los mismos actores en diferentes
personajes – y prefieren usar el pastiche de referencias para tratar la relación entre el género y lo social. 666 Park Avenue ha venido a darme la
razón y a consagrar AHS como su contrario; mientras ABC opta por usar con sentido
serial-procedimental convenciones como la del edificio maldito o el pacto con
el diablo con más o menos gracia y entretenimiento, el pelotazo de FX exprime
todo el background sociocultural del género en detrimento de la historia.
American Horror Story. Asylum desarrolla el concepto de la
serie poniendo en juego todavía más el crédito del argumento, y también lo
entretenido que puede llegar a ser. La serie persevera en una revisión muy
particular de las horas más oscuras de la hemeroteca yanqui al tratar los
cuestionables orígenes del serial killer Bloodyface (Evan Peters); el presunto
asesino es internado tras una abducción extraterrestre en la institución
psiquiátrica Briarcliff, donde las creepy-torturas-experimentos varios de la
hermana Jude (Jessica Lange) y el doctor Arden (James Cromwell) le harán la
vida imposible. ¿Qué hay por debajo? Los extremos de la religión, la
monstruosidad del progreso y las grietas de la crónica negra histórica.
La segunda temporada de American Horror Story sigue estando
a la vanguardia de la tele más contemporánea, aunque debe poner pie en pared antes
de que el delirio argumental se le vaya de las manos. Aun así, la ficción
confirma a Ryan Murphy como un autor televisivo magistral en sus discursos
sobre la diferencia; la normalidad de lo nerd, de la sexualidad y de la locura,
por ejemplo, son temas transversales en su trabajo. Su éxito radica en
tomarse en serio no sólo el fenómeno fandom en lo comercial – convertir algo
tan friki como Glee en una serie sobre lo que mola ser rarito – sino también sus posibilidades
de tontear con la crítica en los márgenes verosímiles del relato – véase
Nip/Tuck o la propia American Horror Story –.
La había abandonado pero le daré una oportunidad por tu post... :D
ResponderEliminarEsperemos que con este afán autorreferencial y formal también metan un poquito más de humor negro. El piloto rules pero muy angustioso.
ResponderEliminarSi os gustó la primera, el primer capítulo de Asylum también lo hará. Yo creo que deberían cuidar un poquito más la historia (y yo echo de menos un poquito más de terror) para ser perfecta :)
ResponderEliminarGracias por los comments!
Ante todo, muy buen artículo. Me considero muy fan de la primera temporada. Me parece una mezcla perfecta de muchos subgéneros de terror. Ahora bien, esta segunda temporada cuenta con unas pretensiones y una necesidad de protagonismo hacia Jessica Lange, que no encontrábamos en la primera trama.
ResponderEliminarEl primer episodio me parece flojo, puede crecer mucho, pero no tiene la fuerza en solitario que tenia el piloto. La atmósfera enrarecida no permite tener un momento de distensión y relax.
Murphy es un parásito, y esperemos que ya que succiona la esencia de trabajos ajenos al suyo... por lo menos lo haga bien.
Adam Levine y su trama son MAL.
Yo coincido contigo en que el primer capítulo de Asylum ha sido quizá demasiado claustrofóbico, en comparación con la anterior que ya era de por sí suficientemente oscura. Sin embargo, creo que el centrarse en la atmósfera y la dispersión respecto al argumento es parte de la declaración de intenciones con esta nueva entrega.
EliminarEs verdad también lo de Jessica Lange; Murphy siempre ha sido mucho de tirar de fichajes y actores para promocionar, una de las razones por las que yo dejé de ver Glee. Sin embargo, creo que hay que reconocer el mérito de Murphy en este caso; no creo que sea un parásito, creo que ha hecho algo muy original (aún sirviéndose de fórmulas que ya están al alcance de todos) y era necesario en televisión.
Muchas gracias por el comment!