martes, 7 de mayo de 2013

La miniserie (III). La prometedora Europa


Gracias a los dioses catódicos que series como Crematorio o Bron/Broen impiden que otras como Mi gitana sean el único rastro de la miniserie en la Europa continental. Después de la excelente producción británica y el mainstream norteamericano, analizamos en la tercera parte del especial esta dinámica en el resto de países del Viejo Continente, mucho más particular. Por desgracia, su industria televisiva continúa sometida a la cada vez menos estricta dictadura de lo estrictamente occidental; por suerte, el no poder hacer frente a grandísimas empresas en el mercado les obliga a probar nuevas fórmulas que, en el 'peor' de los casos, acaban siendo miniseries por defecto, series de una sola temporada. Un riesgo heredado de los transgresores hermanos ingleses que exploran casi exclusivamente las plataformas privadas del continente, tanto en lo referente a la inversión, animada en ocasiones por la coproducción internacional, como en el testeo de formatos, géneros y discursos, desde las adaptaciones de Los pilares de la tierra o Laberinto a las más contemporáneas Les Revenants o Falcón. Enfrente, ficciones de cadenas generalistas menos arriesgadas, que tiran de convenciones más desgastadas y que a veces caen en el amarillismo, desde las revisiones históricas al biopic rosa del Mediaset español. 

Es imposible hablar de la miniserie europea sin mencionar una y otra vez series de los últimos años como Crematorio, una radiografía de las implicaciones sociales y culturales de la corrupción cañí; la sueco-danesa Bron/Broen, retitulada The Bridge para su exportación y los remakes que están por llegar, una imprescindible del noir con pullitas a la crisis del Estado del Bienestar; o Les Revenants, una reformulación muy 'a la francesa' del genero zombi, adaptación de la película de 2004 del mismo título, que se ha hecho con una segunda temporada. Miniseries sintomáticas de los caminos de la producción televisiva en la Europa continental, que van del discurso local a un formato muy occidental. Entre ellos, el know-how de lo privado y de la coproducción internacional, liderada a veces por Estados Unidos –el ejemplo de Canal +, líder creadora de Crematorio, Falcón y Les Revenants–; que adaptan fenómenos populares en una apuesta clara por el entretenimiento –las adaptaciones en coproducción de Los Pilares de la Tierra y Un mundo sin fin, de Ken Follet, o Laberinto, de Kate Mosse–; o que ponen en forma géneros muy puros pero con mucha miga sociocultural al respecto de la crisis de la democracia –la gran Bron/Broen y el actualísimo género negro nórdico–.

España, sin que sirva de precedente, tiene una producción de miniserie cada vez más prolífica, aunque no nos extraña que pueda ser de lo más vergonzoso del globo. Más allá de ¿Qué fue de Jorge Sanz?, un formato muy realista de comedia; Crematorio, basada en una novela de Rafael Chirbes; y Falcón, adaptación en coproducción de la saga literaria de Robert Wilson, las tres de Canal +, estas ficciones suelen tropezar en la misma piedra que el resto. Una de las dinámicas más perversas es la del biopic rosa, una fórmula amarillista que 'ficciona' la vida de famosos para rellenar horas y horas de parrilla –Mi gitana, sobre Isabel Pantoja, es su paradigma–. Por suerte, aún quedan ejemplares decentes en la televisión nacional en abierto: la anterior TVE y sus series con puntilla cultural y política –de La Regenta y La huella del crimen de los 80 a la El ángel de Budapest y el Tarancón de la nueva era–; las revisiones históricas y adaptaciones de género –de La princesa de Éboli a El tiempo entre costuras y El corazón del océano, que siguen en el cajón– y las miniseries que apuestan por lo cinematográficoDaniel Calparsoro y sus El castigo, La ira y Tormenta–. 

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