jueves, 13 de junio de 2013

The Fall; no hables con extraños


El balance de la tercera temporada de Juego de Tronos en las últimas semanas ha recuperado el debate sobre el tono feminista de algunas series, al igual que durante años fue Mad Men la que marcó el ritmo al respecto. Es incuestionable que la ficción se ha actualizado en lo que se refiere al protagonismo femenino; salvo excepciones, las grandes series tienen protagonistas muy activas frente a personajes masculinos muy pasivos, como The Good Wife o Homeland. Sin embargo, lo del discurso femenino, algo de por sí difícil de definir, canta más por el fondo que por la forma, y Juego de Tronos lo domina a la perfección en sus escenas más dialécticas. The Fall, la serie de BBC que ha rematado estos días su primera temporada, da la puntilla en una fórmula mucho más difícil y sometida a críticas: el whodunnit o el thriller centrado en crímenes contra las mujeres. La ficción sigue a un escurridizo asesino en Belfast (Jamie Dornan) y la investigación paralela, a cargo de Stella Gibson (TGI Gillian Anderson), aunque lo que de verdad pone de relieve el uso interesado del género es la reflexión de su creador, Allan Cubbit (Prime Suspect), sobre el tratamiento y la recepción de la violencia femenina, no sólo física, también social, la que ocurre en casa, en el trabajo o en una cafetería, y que es igual de interesante.

Allan Cubbit reconoce en una entrevista a The Guardian que su intención ha sido la de 'aseptizar' esa vertiente del thriller, la de la violencia contra las mujeres, que durante años ha sido criticada, casi siempre con razón, por cierta erotización del crimen, y que prácticamente ya no existe –las series en que las mujeres son víctimas ahora no suelen serlo por género–. En The Fall las víctimas de Paul Spector no son violadas, pero la lucha de control en su muerte sí remite a la percepción de la promiscuidad femenina en Belfast, una ciudad marcada además por la violencia, y es esa reversión del género la que nos permite ver todos esos prejuicios desde fuera. La serie despoja al crimen de toda mitología televisiva y lo objetiviza: tanto Paul Spector como sus víctimas son retratados en su día a día antes del asesinato (de hecho, se recrea en el voyeurismo previo, en el robo de ropa interior o masturbadores, tan invasivo de la intimidad y percibido tan humillante como puede ser una violación), una manera de devolverle a ellas su personalidad más allá de víctimas sexuales (la familia de Sarah Kay tiene cierto protagonismo en la historia), y a él, esposo y padre, arrebatarle su condición de monstruo y presentarle como un hombre cotidiano, falible. 

The Fall nos engaña en un principio jugando con ese erotismo sucio y vergonzante para el espectador, y ya no solo porque Jamie Dornan sea el maromo asesino sexual o porque Gillian Anderson sea toda una fucker: la composición de algunas escenas, como el montaje paralelo en que Spector prepara un cadáver mientras Gibson se cepilla al poli buenorro en el hotel, es tan erótica como perturbadora. Lo curioso es que esta estrategia genérico-meta-reivindicativa gana según pierde puntos en la trama el propio caso de la serie; la investigación y su resolución se vuelven irregulares pero cobran importancia ciertos momentos que encierran el sentido de The Fall. Por ejemplo, la escena en que Stella Gibson es reprendida por acostarse con un hombre casado y ella responde que el "women fuck men: women, subject; men, object" es lo que de verdad les molesta; en la que Reed (también genial Archie Panjabi) reconoce que el mejor consejo que puede darle a su hija en una sociedad violenta y machista es que "no hable con extraños"; o la entrevista en que una chica reconoce no haber denunciado un ataque sexual por el miedo social, dan tanto que pensar como los asesinatos. The Fall ha sorprendido a última hora como una de las mejores british del año no solo por atreverse con un discurso provocador e incómodo, sino por servirse para ello de nuestra expectativa, prejuicio o  'discriminación positiva' hacia el género.

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