Hoy es uno de esos días en que mola hablar de la televisión española. Hoy se estrena El tiempo entre costuras, y todo apunta a que va a ser
un acontecimiento irrepetible en nuestra pantalla, en audiencia tanto como en boom
social. Tres razones de peso: se puede decir sin miedo que es la serie española
más esperada, no solo por adaptar un best seller literario también propio
sino por haber estado tanto tiempo guardada a causa de la crisis publicitaria; la
expectativa creada por los periodistas que pudimos verla y disfrutarla (que no siempre van de la mano) en el FesTVal de Vitoria del pasado septiembre; y la sesión del Birraseries celebrada ayer en el
Festival de Series de Canal +, toda una sorpresa en lo que a legitimación de la
ficción nacional se refiere, que se convirtió en trending topic nacional y en
la que la producción de Antena 3 y Boomerang TV salió muy bien parada. Lo
interesante es que El tiempo entre costuras es un evento más allá de sí misma; más
importante aún, es todo un avance en lo industrial, que demuestra que en España
se pueden hacer miniseries muy potentes y con la previsión de grandes cifras,
como han bordado los norteamericanos en el último año, del estreno de La Biblia al de La Cúpula, y también que la manera en la que vemos y criticamos nuestras
series debe cambiar y está cambiando. Fiaos de mí que soy un hater converso;
merece la pena ver El tiempo entre costuras, aunque sea solo su primer episodio.
El tiempo entre costuras, miniserie de once capítulos
basada en la novela homónima de María Dueñas publicada en 2009, cuenta la
historia de Sira Quiroga, una costurera del Madrid de los años 30 que lo deja todo
por amor e intentará recuperarlo y redimirse a base de valentía y sufrimiento (si habéis visto sus promos eternas sabréis ya hasta quién mató a Laura Palmer). Con
este argumento Boomerang TV remata un melodrama muy decente, al que las
tramas históricas sobre el espionaje y la Guerra Civil convierten en una receta redonda
para el prime time español, para la señora de Cuenca, para mi madre y para mí.
Y lo cierto es que El tiempo entre costuras lastra los fallos de otras
grandes ficciones, y no hablo solo de las españolas. En este caso escaman
ciertas interpretaciones, no la de Adriana Ugarte (La Señora), ya una de las
grandes valedoras de nuestra tele, pero sí la de Rubén Cortada, un modelo
cubano pésimo en su primera actuación y cuyo fichaje huele a enchufismo que
apesta. Además, al tono dramático de la serie le han pasado factura los años
que ha permanecido en el cajón, sobre todo en dirección y música. El gran
enemigo de El tiempo entre costuras, si es que hay alguno, es Bambú; la
productora de Hispania, Gran Reserva y Gran Hotel ha conseguido superarla en producción y acabado durante su ausencia, y más con el estreno de Galerías Velvet, que enamoró en el FesTVal y se la come con patatas, a la vuelta de la esquina.
Pero ésa es una historia que habrá que contar en otro momento. Por lo pronto, El tiempo entre costuras es la serie
española mejor producida de los últimos años con permiso de Gran Hotel, y de hecho pasa por ser una de
nuestras ficciones más caras, con un despliegue en localizaciones inédito en la
pequeña pantalla e incluso en la grande. Un zas en toda la boca a los que
piensan que no 'tenemos' el poder de crear algo decente
cuando lo difícil es amortizarlo en audiencia y publicidad, mal endémico de toda
industria que se ceba mucho más en la nuestra, demasiado acostumbrada al
abierto y al 'todos los públicos' y demasiado pobre en lo privado. Lo que sí
podemos agradecer a El tiempo entre costuras es ser pionera en la 'fanatización'
de un producto mainstream (es incuestionable que esa leyenda de víctima de la
crisis es su mejor as social) que no haya que estirar durante diez temporadas y
que aún así pueda ser rentable. Y el más difícil todavía, devolver la confianza
en que nuestra televisión puede ser inteligente a la hora de producir algo de
lo que encima no nos tenemos que avergonzar. Lo de si nuestro mercado es
comparable a otros es harina de otro costal; negar el tercermundismo en que ha
estado sumido es absurdo, pero con apuestas como El tiempo entre
costuras e, insisto, Galerías Velvet, las comparaciones
son mucho menos odiosas.
Qué ganas de verlo, a ver si la semana que viene tengo más tiempo :D
ResponderEliminarMerece mucho la pena. Creo que en capítulos siguientes podrán pulir mucho mejor los pequeños 'peros' del primer capítulo; los productores dijeron también en el FesTVal que los mejores eran a partir del quinto. Además, el final del primero deja con ganas de más. Anímate!
ResponderEliminarUn saludo, y gracias por el comment!