SPOILERS de la segunda temporada de Smash
Se esfuma la promesa del musical televisivo. La cortina ha
caído definitivamente para Smash, el musical más musical hasta hoy, probablemente
el musical más musical que veremos en la pequeña pantalla. La serie de NBC, el
gran proyecto de la network de los últimos años, agarró el toro por los cuernos
en lo que se refiere al género y se metió con Broadway, que para algo es la
Meca del espectáculo en cuestión, convirtiéndose en una de las ficciones más
meta. No solo en lo musical, también en lo televisivo; Smash pasó a vivir de su
propio chiste, y no le ha venido mal a la hora de despedirse, sin meterse el
dedo en la llaga ni tomarse demasiado en serio pero con respeto hacia lo que tenía
entre manos. Y es que lo de Smash ha sido un canto de cisne que se llevaba
afinando un tiempo; tras una primera temporada que no convenció a la audiencia,
Josh Safran sustituyó a Theresa Rebeck y parcheó la ficción de tal forma que
perdió a los indecisos y cabreó a gran parte de sus defensores incondicionales. Las decisiones
que parecían necesarias, tomadas a partir de la crítica y el hatewatching,
resultaron fallidas en una dinámica perversa. Smash estaba herida de muerte.
Separar a Ivy y Karen, desmarcarse de Bombshell y meterse en
Hit List para quitarle culebrón al asunto y dedicarse exclusivamente a Broadway
acabó con el discurso más interesante y meta de Smash; el de los dos reflejos
opuestos de la fama, el de la ambición desmedida de Ivy y el de la humildad
sobre seguro de Karen, a través de la rehabilitación de una figura que siempre
se debatió entre ellos dos. Marilyn Monroe fue el alma de la serie para
aquellos para los que los tropezones de Smash eran solo un peaje que se pagaba
gustosamente con tal de no perderse los geniales números musicales de Bombshell,
y que han sido sus últimos valedores. La 'popera' Hit List era el alivio necesario –dábamos
por hecho que la ficción sería insostenible con un solo musical–, que acaba cuajando en los últimos capítulos, aunque no gracias a sus protagonistas.
Jimmy y Kyle, los creadores de Hit List, han sido una de las malas decisiones
de la segunda temporada, personajes arquetípicos interpretados por actores
mediocres (por no hablar del fichaje desaprovechadísimo de Jennifer Hudson), que
además comparten escena una y otra vez con la unigestual Katharine McPhee. Mientras tanto,
las carismáticas Megan Hilty y Bombshell perdían protagonismo por defecto.
La segunda temporada de Smash pone sobre la mesa de nuevo la
efectividad de ese 'quiero y no puedo' de las networks para acercarse al cable
con series más cuidadas y de menos capítulos, entre las que también ha
fracasado The Following. La de NBC triunfa en lo visual y en las fórmulas del
género pero no en lo dramático, en lo que roza el absurdo; la Smash de Josh
Safran ha abierto tramas que cantan por innecesarias incluso en los tres
últimos capítulos. ¿Debería haber cerrado otros conflictos como la
reconciliación sin rematar de Karen y Ivy? ¿Nos dice algo el embarazo de Ivy o
la relación de Tom con el actor supuestamente gay de cara a la finale –el showrunner afirmó en Entertaiment Weekly que la tercera temporada de
Smash habría tirado por el musical de Hollywood– o es una puerta abierta ante
una posible resurrección que no han cerrado? La recta final se marca además un
Deus ex machina de libro que nos ha costado comprar y que, según explica Safran
también en la entrevista, tenía preparado desde el principio. La muerte de Kyle
causó tan nulo impacto emocional como la aportación anterior del personaje a la temporada, pero sirvió para
remendar a las malas ciertos descosidos, y con eso nos hemos conformado a tales
alturas de la película.
La desaparición del joven dramaturgo reconcilió al equipo de
Hit List, convirtió el musical en el nuevo fenómeno de Broadway, lo mandó directo
a los Tony y nos regaló algunos últimos números dignos. Pese a que el Rent
particular de Smash no provoca ni la mitad de simpatía que Bombshell, es
innegable que ha ayudado a la serie a bordar esa parte de identificación del género que la hace irrepetible. Los momentos musicales protagonizados por
Marilyn Monroe hablaron del duro camino a la fama con tanta claridad como Don't Let Me Know o The Love I Meant To Say, de Hit List, lo hacen sobre la tormentosa relación
entre el bala perdida de Jimmy, Karen y Kyle. Esa autorreferencialidad se ha
repetido de forma divertida en lo que respecta a la recepción de la serie por parte de la audiencia, sobre todo en la finale: Derek, Julia y Jimmy acaban
enfrentándose a sus errores; Bombshell y Ivy baten a Hit List y Karen en los
Tony en la ficción así como en la realidad Megan Hilty ha superado a
Katharine McPhee en carisma; incluso Christian Borle, que interpreta a Tom
Levitt, la gran estrella de la serie, dedica un guiño a la cámara. Smash no ha conseguido ser el musical definitivo que prometió, pero ha abierto un camino del género que será difícil volver a transitar.
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