miércoles, 13 de abril de 2011

Lights Out; lo que pudo ser y no fue

¿De qué va Lights Out? Ante tal pregunta, los seguidores de la serie tendemos a decir: “Lights Out es una serie de boxeo”. Y tal respuesta genera muchas expectativas; lo mismo nos pasó minutos antes de darle al play al piloto de la serie a aquellos que hemos seguido los trece capítulos desde el principio a la cancelación. Vale, la historia de Patrick Lights Leary (Holt McCallany), boxeador retirado por motivos familiares que vuelve al ring por no echarse los dientes al bolsillo (y por un poquito de añoranza también), refresca el recuerdo de paradigmas del género como Toro salvaje, Rocky (cómo no), e incluso la más moderna The fighter (por poner un ejemplo pugilístico crepuscular, con ese tonillo trágico y sombrío que se lleva tanto ahora). Pero Lights Out quería ser más que eso, para bien y para mal; algo más contemporáneo, más cercano a nuestra televisión y a nuestros días.


Más allá de establecer las expectativas que sitúan al espectador en las coordenadas del género, como los imprescindibles entrenamientos bajo la lluvia o puñetazos en el saco (además de esa cabecera a lo años setenta), lo cierto es que el excepcional piloto de Lights Out (excepcional sobre todo teniendo en cuenta el desigual desarrollo posterior de la serie) nos prometió un plus de Los Soprano y un poquito de Clint Eastwood para compensar la pereza que produce el rollo Sylvester Stallone. Lo realmente bueno de la serie, y lo original para una serie de boxeo, fue el planteamiento inicial acerca del acceso del protagonista al mundo mafioso y clandestino alrededor de los combates; ¿una cuestión de necesidad económica o más bien un deseo reprimido? Y es que los momentos en que más disfrutamos de Patrick es al ver su lado Tony Soprano, cuando duda entre asistir a la comida familiar dominguera o partirle los brazos a un tío para conseguir algo de pasta, cuando se debate entre sus ganas de ponerse los guantes por última vez o hacer la cena para su mujer y sus tres hijas.


Precisamente la incapacidad de los guionistas-productores a la hora de combinar esas dos caras tan dispares del mismo personaje ha sido el principal lastre argumental y estructural de Lights Out. Tan pronto veíamos a Patrick partiendo la cara de algún borracho vacilón u organizando el apaleamiento de un concejal tocapelotas como preparando la barbacoa con las zapatillas de estar por casa. Y después de tan poca sutilidad entre una cosa y la otra, una visita al confesionario en el último capítulo no es suficiente para expiar tanta pierna rota y tantos capítulos con un error de tono enorme a cuestas. Aunque muchos preveíamos una vida corta para Lights Out (ya desde el piloto se avecinaba la tragedia, ya fuera demencia del púgil o puñalada del mafioso), Patrick ha acabado pagando el pato de la cancelación. Pero finalmente, poniéndonos menos dramáticos, se agradece que las cadenas emprendan proyectos tan serios y dignos como éste: todavía se pueden contar historias de plena actualidad (en época de crisis, hasta el campeón del mundo de los pesos pesados tiene problemas para ganarse el pan) echando mano de productos de géneros adaptables a las exigencias de la televisión y el espectador de hoy en día, aunque sea a través de referencias ya un poco manidas.

2 comentarios:

  1. A mí, siguiendo mi tendencia a tener gustos masculinos en cuanto al audiovisual se refiere, me llama mucho la atención el tema boxeo, pero el hecho de que ya esté cancelada me echa un poco para atrás... Anyway, muy buen post, qué fluidez expresiva te gastas!

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  2. Muchas gracias, Laura! Aunque como digo tiene muchos errores (por algo la habrán cancelado), es digna y muy entrañable (y la última escena es memorable... aunque no te veo animada para llegar hasta allí jeje). Seguro que la serie del post que acabo de publicar te gusta más jijiji

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