viernes, 23 de septiembre de 2011

Manual de los perfectos 60

The Playboy Club es a Mad Men lo que James Cameron a una de Ford y, si me apuráis, lo mismo que Super 8 a E.T. Y sí, ya sé que Mad Men no ha inventado la ficción en los sesenta, pero es innegable que la de Weiner ha conseguido extraer lo más conflictivo de aquella época para hacernos pensar sobre la nuestra. Los chicos de la avenida Madison, además de ayudarnos a recuperar el tweed y las faldas de vuelo, quieren hablarnos de lo complicado que es querer ser moderno y tener en casa a tu mujer y dos niños (eso que los melodramáticos llaman conflicto entre razón y deseo); las conejitas de The Playboy Club se quedan a mitad de discurso.

Como Santos Zunzunegui hablaba a partir del Avatar de Cameron y el Fort Apache de John Ford, el de la nueva serie de la NBC es un problema de figura y fondo: unos usan las formas del relato para despistar respecto a lo que realmente cuentan (véase Mad Men y la de Ford), y otros copian las fórmulas para que parezca que dicen algo (las bunnies de Heffner y Cameron). Si creéis que el contexto sixties puede permitiros acceder a un conocimiento superior, ésta no es vuestra serie; pero si lo que os interesa es renovar el fondo de armario o tomar ideas en decoración de interior, The Playboy Club es el manual de los perfectos 60:


Historias bigger than life. Dícese de aquellas tramas heredadas del cine clásico a lo sueño americano con olor a maniqueo que tira pa’tras. Es más o menos lo que pretende decirnos la voz que pretende ser la de Hugh Hefner al final del primer capítulo por si no nos había quedado claro (la sutilidad en The Playboy Club brilla por su ausencia): el Chicago de los 60 es un sitio jodido, pero en la mansión Playboy puedes ser quien quieras ser (y por lo visto, también pretende hacernos creer que ser conejita es guay). Es la historia de Maureen (Amber Heard) y Carol-Lynne (Laura Benanti), que se calzaron las orejitas para prosperar en el mundo del espectáculo, y la de Nick Dalton (Eddie Cibrian), honrado opositor a fiscal que carga con problemas de autoestima tras haber trabajado para la mafia solventado a golpe de bragueta. Copia descarada de Don Draper, vamos.


Solidaridad histórica. A The Playboy Club le encanta ponerse del lado de los desfavorecidos… Pero que se sepa, eso sí. Por si alguno tenía dudas respecto a que ser mujer, negro y homosexual estaba muy mal visto por entonces, la NBC mata moscas a cañonazos. Es el caso de Dalton, al que no le importa que le miren mal por reinvindicar la causa racial; Carol-Lynne, que quiere defender la ambición laboral femenina a base de ser una cerda con sus compañeras; o el del marido de Kate, que organiza reuniones de apoyo a los homosexuales en su casa después de ponerle los cuernos a su mujer con otro chico. Donde Mad Men sugiere, The Playboy Club subraya, y ya en el piloto, no vaya a ser que la cancelación le impida explayarse.


Hiperrealismo sixties. En The Playboy Club habrá mucho mafioso, pero también unos áticos de escándalo. Y es que no hay quien se crea que el Chicago de la época era tan aséptico… La serie potencia una ambientación tan perfecta y elegante que da grima en lo que parece una vocación de hiperrealismo de lo que estos chicos han oído que se llevaba en los 60. Un hiperrealismo alejado del de Roma o Spartacus y más cerca de una peli porno con contexto histórico. Canta su excesiva preocupación por la apariencia; dicho de otra manera, y sin connotaciones guarrunas (de hecho, sexo hay más bien poco, lo que es más increíble aún), The Playboy Club es pura pornografía de lo sixties.

2 comentarios:

  1. Tener la ciudad del crimen y desaprovecharla, es un crimen en sí mismo, mediocre piloto en todos los sentidos.

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  2. Satrian - es verdad que la gran baza que podría haber sido la ciudad está totalmente desaprovechada, teniendo en cuenta incluso que en la serie hubo muchos exteriores y eso se habría convertido en un gran punto a su favor.

    Gracias por el comment!

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