Es pecado capital decir o incluso pensar que Mad Men es una mala
ficción. Habrá a quien le guste más y a quien le guste menos y a quien no le
guste, pero Mad Men siempre se muestra como la buena serie que es (más allá
de su excelencia formal y de escritura), respetuosa y coherente. Una
combinación entre coherencia y sorpresa cuya perfección depende del capítulo y la
temporada, pero es cierto que a Matthew Weiner y su equipo casi se les corta la
mayonesa en esta sexta y hacen llegar al espectador a un extrañamiento
de no retorno, y eso que con ella siempre somos especialmente pacientes. Lo que sí puede ser, como han sido estos trece
capítulos, es incómoda, difícil, críptica, a veces redundante y siempre amarga (no amarga en plan gracioso como en la quinta temporada, sino directamente
deprimente), aunque en el caso de Mad Men esto habla más de sus protagonistas
que de la propia serie. Si las anteriores entregas hablaron de la llegada de
Don Draper a la cima como ese profesional al que admiran todos y ese hombre de cuya fachada todos se enamoran, y la quinta nos hizo
pensar que algo admirable de ello permeabilizaría en el publicista, la sexta es
la caída del mito, al que todos odian según muestra su verdadera cara. El desnudo
de Don Draper es tan oscuro y despreciable como lo ha sido la temporada.
Hablamos al comienzo, a partir de la premiere, que tras la
revolución de tono en la quinta, Mad Men recuperaba ideas que siempre habían
rondado la serie, como la muerte, y en capítulos posteriores lo hizo con cierto subtexto sobre el caos, el perdón y la culpa, y perturbadoras pistas sobre el asesinato, ya sea en Megan o en la madre de Pete,
como se sugiere en la finale. Es difícil hacer una sinopsis de la sexta entrega
porque se ha movido menos hacia delante –jamás se ha caracterizado por
la acción, pero ahora menos que nunca, de ahí la sensación de lo caótico que
también está en la historia– que de manera transversal, llena de símbolos y
referencias que la acaban dando sentido. En ese aspecto, Mad Men retrata muy bien a través de Don Draper la época, el estado policial del sangriento mayo del 68
norteamericano, la pérdida de control. Después
de que su hija le pille en pleno polvo con su amante y de hacer perder a
Sterling Cooper & Partners varios negocios, Don intenta recuperar el
control huyendo a California y recurriendo de nuevo a la seguridad del
matrimonio, como acaba haciendo Ted. Sin embargo, en una especie de epifanía
egoísta, decide sacrificarse –la escena de la reunión con Hershey es
probablemente su mayor acto de sinceridad en seis temporadas–, quedarse en Nueva York y afrontar las mentiras, entre ellas Megan.
La sexta temporada nos devuelve aumentado a un Don Draper
infiel, mentiroso, misógino, egocéntrico, cada vez más ruin como hombre y compañero y
cada vez menos efectivo como profesional, pero siempre pende sobre él la idea
del arrepentimiento y del castigo. Mucho se ha hablado de las referencias, conscientes o no, a La semilla del diablo, la imagen de Sally leyendo el
libro, la camiseta de Megan, la escena del cine o el anuncio que idea Peggy, y
al final funcionan como un juego macabro. No creo haber sido el primero en
pensar, aunque sea por sugestión, que Megan va a acabar apuñalada en cualquier
callejón cuando sale del apartamento en una de las últimas escenas, como una
coña sobre lo que Don podría haber perdido. Sea como sea, después de esa
ruptura simbólica y de ser retirado de la compañía, recurre a sus hijos como
una manera de enmendar a través del futuro de los pequeños su propio pasado,
muy presente en la temporada, sea una justificación de su vileza o simple parte
de su retrato. La reflexión de Don sobre la paternidad, su gesto hacia el hijo de Sylvia y
las imágenes del noticiario sobre el negro futuro de los jóvenes frente a la violencia y las drogas cobran sentido en la finale:
Don renuncia a California y se queda a reparar, a través de sus hijos, las
grietas de lo que ha ayudado a destruir.
Me encanta la actuación de todos, los personajes de la serie son fantásticos.En general, Mad Men en HBO se me hace una de las mejores series de los últimos años. Felicidades a sus creadores. Supieron hacer una historia muy interesante.
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